Debí ser yo cuando tuve tiempo, me dije un día. Ser niño siendo niño y adolescente ahora, o como sea que se le llame a casi un veinteañero, si es que hay mucha diferencia.
Es bastante típico de la gente joven darse cuenta que ya no es un niño, porque se deprime y besa, y grita y llora, cosas raras que antes parecían tener alma, y ésta parecía más sencilla.
Darse cuenta de que la tristeza ahora se basa en el estrés de la espalda por tanta escuela o trabajo, cosas amargas que te matan dormido, cuando consigues dormirte. Deprime ser viejo, sentirte así aunque no sea cierto, irte de tu casa, pensar que nadie te quiere porque no tienes pareja. Es tonto, luego se darán cuenta.
Yo, casi veinte, y todo lo que me falta, he decidido tener días buenos, donde sólo importe yo. Días libres sin alarma, como domingo vacío. Con tiempo de hacer todo sin mirar los pendientes, que se pase y olvide lo que tenga mala suerte, pues tal vez no sea tan importante. Que llegue tarde siempre, con alma irresponsable. Alma de niño, que todavía la tengo. Que todavía me acuerdo, y eso lo es todo.
La vida sin amor es sencilla, sin amor de besos y abrazos a algún desconocido para un corazón abierto con ganas de ser feliz. Sea quien sea, venga de donde venga, si no se acuerda de ser niño no vale la pena, porque los niños lo valen, porque son gente alegre. Que se cae y llora si los miran con tristeza o se ríen si te ríes de ello, aunque no sea seguro. Un niño, un muñeco que crece.
Esta es para no olvidar trozos importantes sobre estar encantado, vivir de magia. Por los temores que ahora no me dejan dormir y entonces no entendía y no podían dañarme. Antes de saber del dinero y la gente mala, antes de entregar futuros, de poder equivocarse y cargar con tu propia tristeza auto profunda.
Debí ser yo cuando tuve tiempo, como si no lo tuviera todavía. La gente se queja, y es porque quiere. Porque es quién es y el pasado le duele tanto que no recuerda, por el drama en las sienes y la mascota del vecino que no deja dormir. Por todo eso que te pone dónde estás, sólo-adulto, no volverás nunca.
Y nunca es malo, y siempre es bueno. Tan bueno, tan niño, como quieras ser.
¡Hasta la próxima!