Volver a coincidir con Anna y Cassio es como tener de nuevo una pesadilla rodeada de sueños no tan inquietantes en una de esas noches que despiertan las emociones, que te las transmiten.
Cuando terminé la primera parte esperaba que la historia mejorara, que me sintiera mejor en ella. Y lo logró.
En esta ocasión, la vida de Cas ha caído en la peor normalidad, esa de la que cualquier cazador de fantasmas huye, imagino yo. Se siente aburrido al mismo tiempo que preocupado. Es su elección, basada en aquella otra elección que le salvó la vida.
Lo que vivió antes fue puro horror, uno que no sospechó hasta que era demasiado tarde (aunque la verdad nadie lo hizo). Anna decidió salvarle la vida luego de perdonársela tantas veces.
Ya conocemos al cazador y sus métodos, la forma en que trabaja buscando fantasmas casi con seguridad, teniendo una existencia tan conectada con la realidad como con lo oculto. Para él no es extraño tener una mamá que hace hechizos y rituales, un mejor amigo telepata y estar interesado en una chica que murió hace mucho y desde entonces ha matado a algunas cuantas personas. Digamos que para él, y para nosotros también en este punto, eso ya no es… tan raro.
Todas esas cosas dan mucho que pensar, pero esta no es una novela que en realidad profundice demasiado en ninguno de esos detalles, a pesar de que parezcan los más interesantes. Esta segunda parte se trata del intento más grande en la vida de Cas, algo que puede quitarle mucho y llevarlo donde preferiría no encontrarse.
La vida no es lo mismo cuando se pierde algo importante. Así se siente Cassio. Ha perdido a la que representó el reto más grande de su vida.
Ahora tiene amigos y hasta logro terminar un semestre en la misma escuela. Eso era algo imposible de considerar en la vida del joven cazador de fantasmas.
A muchos lectores nos gustaría que él fuera un personaje normal, puede que hasta aceptaríamos verlo siendo tan común como cualquier otra persona solo por un momento. Pero no es así, y el protagonista es ahora menos expresivo de lo que lo fue en el pasado. Es alguien que se guarda muchas incomodidades para sí mismo, pero esta vez para que no lo crean loco. Si es que la locura cabe en su contexto.
Thomas y Carmel son los mejores amigos que cualquiera podría conseguir, sobre todo Thomas. Pues su cercanía con la magia muchas veces encienden las cosas y ahora es responsable de darnos un buen trozo de emoción gracias a sus habilidades.
La narración continúa estremeciendo, se centra en pulir esos momentos que más importan. Parece que los sucesos y algunos fantasmas están basados en leyendas y sucesos reales. Uno incluso podría teclear en google el nombre de cierta cosa para darse cuenta que es algo con un tanto de documentación. Y eso inquieta aun más.
La noche es el momento perfecto para leer este libro, que si bien tiene sus encuentros con sucesos paranormales en varios puntos, tampoco te provocará pesadillas ni te hará correr al cuarto de tu mamá para pedirle que te deje dormir en su cama porque tienes miedo (o quien sabe). Yo leí la mitad con luz solar e igual lo disfruté mucho.
Seguramente es la costumbre de estar leyendo una segunda parte lo que me hizo moverme con más facilidad en los detalles de la historia pero no hay duda de que la expansión de paisajes y momentos arriesgados para los personajes (algunos muy especiales) mejoran las cosas. Anna se muestra de otra forma también, la magia se muestra en sus extremos debido a las circunstancias. El desarrollo se resume en el incremento del peligro conforme nos acercamos al final. Peligro angustioso, que se explica hasta donde explicar sea la acción correcta.
Kendare Blake continúa una historia que sin duda necesitaba una continuación, nos permite saciar la curiosidad del después, aunque tampoco se percibe un resultado redondo. La vida de Cassio y su profesión son lo bastante emocionantes como para querer verlo hacer lo suyo todavía más.
Resulta visual hasta llegar al devoro, exactamente como si fuera la representación de una idea que tuvimos nosotros mismos. Enciende la imaginación de tal forma que es posible que hasta saltes alguna vez o cierres el libro por una escena poco cómoda de leer. Pero eso es lo interesante. Para mí tiene un buen punto de intención y logro.
Cas cree firmemente que cuando algo vale la pena hay que intentarlo hasta que se agoten las opciones. Ya sabemos que muchas veces tiene razón, pues esta vez lo que vale la pena es también lo correcto. Lucha contra las opiniones de todos, consigue los mejores compañeros, se vuelve más valiente. Sus intenciones son las mejores.
No siempre se soporta su actitud o la idea de que siga guardando esperanzas sobre lo imposible. Sin embargo, después de los fallos y cada sacrificio, parece que se gana su buena fama.
Anna desde el infierno llega para satisfacer nuestros deseos de pesadillas sin estar dormidos. Nos muestra la profundidad de sus secretos en lo tangible y abstracto. Detalles que ni el mismo protagonista tenía permitido saber.
Aquí se corre el máximo de los riesgos, se teme el peor de los destinos. Una vez que conoces al cazador también quieres unirte al equipo.
La búsqueda más peligrosa en un terrible lugar.
No podrán cerrar los ojos.
La frase:
“-Anna –susurro. Durante un instante, enseña los dientes y sus ojos color negro petróleo se agrandan. Pero en vez de responder, sacude la cabeza y los cierra con fuerza. Sus puños golpean una superficie invisible.
-Anna –más alto esta vez.
-No estás aquí –contesta ella, bajando la mirada.
-Tú tampoco estás aquí –digo yo.”
Anna desde el infierno, Kendare Blake. 357 p. Alfaguara, 2013
¡Hasta la próxima!